Seguramente, en más de una ocasión os habréis quedado sorprendidos
y fascinados ante la imaginación y creatividad que demuestran tener los niños.
Además, en tal situación, es muy probable que muchos recordéis vuestra propia
infancia y, rápidamente, una pequeña sonrisa se refleje en vuestras caras al
rememorar esos tiempos donde, libres de preocupaciones, los principales
pasatiempos eran: imaginar, jugar, crear…
Y es que cuando somos pequeños, somos capaces de crear un mundo de
la nada, somos capaces de transformar la realidad a nuestro antojo y de crear
historias personalizadas y repletas de significados... Sin duda alguna, a esas
edades se nos podría considerar como genios en miniatura poseedores de un
sinfín de ideas que buscan ser expresadas.
Por esta misma razón, es muy probable que a muchos de
vosotros se os plantee la siguiente pregunta: “¿Dónde
está aquella imaginación y creatividad que demostraba tener cuando era
pequeño?”.
Ante esta cuestión, la mayoría de las personas encuentran la
respuesta en un fundamento muy generalizado, el cual viene a decir algo
parecido a: “Es que cuando nos
hacemos adultos maduramos y, por tanto, perdemos esas cualidades”, o bien, “es que dejé a Peter Pan en
el País de Nunca Jamás”. Sin embargo, este supuesto a duras penas tiene
cimientos en los que se sostenga, pues de ser así, cómo se explicaría
entonces que hay adultos que destacan por su creatividad y por su imaginación,
qué hay sino de los grandes escritores o pintores….
Llegamos por tanto al quid de la cuestión donde más bien la
pregunta debería ser ¿cuál es entonces la diferencia entre esas personas y los
demás? o ¿por qué unos conservan esa creatividad e imaginación y otros no?
Las razones de esto pueden ser numerosas y diversas, pues
la vida de cada persona está condicionada por una gran variedad de factores. No
obstante, podemos aventurarnos al señalar que el factor que más condiciona la
posible pérdida de la creatividad y la imaginación es, desafortunadamente, el
sistema educativo.
Sí, sin duda alguna, el sistema educativo está construido sobre
unas bases un tanto peculiares, pues se desarrollan ciertos conocimientos y
habilidades a costa de otras cualidades que se consideran de menor relevancia.
Para comprobar este hecho, simplemente debemos revisar el currículo de
Educación, o bien, comprobar el horario de algún alumno, así observaremos como
el área de educación artística y musical, entre otras, se les asignan menos horas
de trabajo o incluso llegan a desaparecer de los horarios de algunos de ellos,
pues no es obligatoria. La cuestión es: ¿por qué despreciamos tales
asignaturas? La respuesta es
sencilla: la mayoría de las personas caen en el terrible error de no
considerarlas útiles ni mucho menos necesarias. Sin embargo, y viendo la crisis
mundial que nos rodea, es irónico pensar de ese modo, ya que estas asignaturas
potencian un rasgo indispensable en los tiempos que corren: la creatividad.
La sociedad de hoy necesita entre otras muchas cosas, gente
creativa capaz de innovar, crear y buscar nuevos planteamientos para salir del
pozo oscuro en el que nos encontramos.
Por todo ello, y por el propio desarrollo de los alumnos, en las
escuelas debemos tratar de potenciar su creatividad, su imaginación, sus
sueños… su País de Nunca Jamás.
Logrando así que no se rindan, no tengan miedo a expresarse, que desarrollen
cualidades desconocidas para ellos y que consigan, de este modo, extender sus
alas y volar hacia caminos, metas y sueños.
No obstante, en la teoría todo es muy sencillo, pero en la
práctica con 25 o 30 alumnos, ¿cómo podemos hacernos cargo de potenciar la
creatividad de todos ellos? Bueno, ese es un tema que ya abordaremos en otra
ocasión.
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